Las
sorpresas no son planeadas, a veces ni siquiera por su autor, es quizás cuando
la vida me dice donde se encuentran los paraísos, donde se escriben las partes
del guión que entre llamas se inunda de pasión cada uno de los días.
Las tormentas acechan en esta parte de las
profundidades, es cierto, son las tristes lágrimas que el corazón delata cuando
quedan minutos sin poder buscar actividad, donde nos atrapa la vista de toda la
casa vacía, o con tantos lugares sin ocupar, sobra el tiempo, sobra el tiempo
durmiendo, sobra todo y no hay donde esconderlo, no queremos esconder, queremos
resinificar esta parte de la vida, entre artificios de fin de año y brindis que
no podemos fundar por un sueño venidero…a cambio de un vacío que nos entristece.
Fuimos sin embargo dueños de los árboles y
los dejamos bañando de sombra en nuestro pasado, en esa selva tropical ella y
yo no nos conocíamos cuando caminaba entre cantos y verdes, lejos estaba yo,
pero de ella cerca, hasta que la conocí, fue tu madre la que sonrió, ese camino
recién comenzaba, unos cuantos cientos de años atrás, Guatemala no era lo que
es hoy, claro, pero tampoco termina la historia hoy, desde luego.
Es
entonces Luna que de la misma manera que te ingeniaste para darme esta sorpresa
hoy, te conté como nos vimos por primera vez tu madre y yo. Si si, vos tampoco
eras de un mundo como el de hoy, por eso las preguntas, por eso a veces no
comprendemos ciertas cosas.
Por cierto, cuando tomé el avioncito que hice
mientras nacías no recordaba que vos lo hacías volar, trepándote a mi
escritorio lo tomabas sabiendo que yo me hacía el enojado, con delicadeza lo hacías
andar por el aire y seguro yo me distraía en otra cosa, hoy lo agarré, buscando placeres que
ocupen mi tiempo, y desde dentro cayeron
tres moneditas de oro, de oro porque las tomaste vos, jugaste con ellas y las
dejaste dentro del avión, para un momento como el de hoy, que helaron mi cuerpo
al recordar que esa tarea sólo la pudiste hacer vos, sonreí, pensé, miré mi avión,
sequé mis lágrimas.
Acá estamos, yo viéndolas caer como un
mensaje divino, tuyo. Escribiendo mis últimas palabras en este blog, con tres
monedas de oro en mi bolsillo, y vos con una historia que no sabías entre tu mamá
y yo.
1 comentario:
Hermoso Pablo lo que escribiste!! me dejaste sin palabras y con lagrimas en el teclado...
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