También es momento de comprender cuando uno
ve cosas que no salen, es ciego a los mensajes y se obnubila con los
impedimentos. Las torpezas asoman y las claves se desmoronan, esos fuertes que
antes servían de comodines ahora son estorbos que no nos dejan caminar, hacer,
pensar…a cambio de un camino en pendiente de dolor en aumento, frustración y depresión.
A veces, como dice Ana, el universo nos avisa de ciertas cosas, cosas que
también podemos no mirar, o mirar para otro lado, o dejar pasar, quizás allí
llegue el opuesto de mis mensajes anteriores, donde la pesada carga de estar
distraído me daría no una de aquellas visitas de ángeles donde todo sale entre
perfumes y sonrisas, sino que avisa el universo, o los mismos ángeles que no es
el momento del camino transitado. Allí, en ese lugar pasan cosas, también pasan
cosas, y son de dolor y de sorpresa, de las que nos jaquean y nuestra ceguera,
testarudez o lo que sea impiden continuar y chocamos más veces con la misma
pared, echamos culpas, echamos responsabilidades por la ventana y justificamos
de algún modo en el exterior lo que fue seguramente parte de nuestra
responsabilidad, aunque tampoco podríamos asumirla.
Estar atentos significa que los remolinos
del mar son parte de nuestra ventaja, aquellos círculos que las manos de los
amigos proponen son los remos para salir de los remolinos, es la ayuda, es la comprensión,
es el estar en el corazón de los demás y dejar el tuyo a disposición, es que
alguien sepa que estás dispuesto, abierto y entregado con lo que te queda, con
lo que lograste juntar, los egoísmos latentes de este lugar frío y separado son
así si lo proponemos así, pero de ese modo no pasarían las cosas que contaba en
mis entradas anteriores, ni tantas otras que no cuento, pero que son de igual
magnitud, donde el universo conspira para que sepamos cual es el camino de cada
uno. Claro que no son casualidades, ni la caída de la mampostería, ni la
llegada de Luna a nuestros brazos, a llenar el cuerpo de amor puro y donde la
maravilla de este universo nos brindó su presencia para saber qué tan inmenso
puede ser el amor. Por eso, por ella compramos aquel terreno, y por ella nos
decidimos a cambiar de este lugar…por eso nos brindó el número de sorteo con el
que ganamos en la primera adjudicación y por eso podemos comenzar a construir…no
son casualidades, es su ángel y su nacimiento, fecha y mes del numero con el
que fuimos a ese sorteo, obviamente sin titubeos lo ganamos. Ella seguiría
tocando su bandoneón, su música y sus bongós mientras cantaba como sin darse
cuenta que nuestra vida era lo más que un ser humano puede pedir para vivir,
ser acompañado por su espíritu y por su amor todo. Intentaría como siempre ver
donde más puede amar, como más podría hacerlo e intentar complacer llegar más
lejos sabiendo que sus padres llevarían por siempre esa voluntad grabada. Por
eso no puedo dejar de recordar el día que festejamos su cumpleaños número
cinco, en el río con María, Alfred, Claudia y también estaba Silvana,
por aquella tarde de este último febrero, caía el sol y los colores se
transformaban en multitud de gamas en degrade en permanente transformación…hasta
que la noche nos abrazó y sin querer las manos se unieron formando una ronda
que nos concentró en su presencia…fue allí que un alma con bandoneón con sus amigos
de cerca comenzó a tocar su música, bailando por nuestro derredor. No es
ficción, eso pasó, ese alma, ese chico era la música de Luna, quién toca el
bandoneón como una guitarra o percusión por una plaza donde hay docenas de hectáreas
para tocar…pero no, tocaba un bandoneón, cerca nuestro y nosotros sabíamos de qué
se trataba, sabíamos que este reconto de mensajes del universo, de dios, o de
ángeles tenía argumentos suficientes para comprender que es solo cuestión de
amor, de confianza y de fluidez.
Estar atentos o en sintonía deja huellas en
el alma, deja combustible para continuar y abre las barreras para no confundir
los caminos, se abren las barreras y el cielo se pone poético, el viento jugará
del lado que queramos y seremos entonces ese resultado del paso de los días, de
las palabras que rimen sin pensarlas, de los repuestos para la vida que no nos
dejen en medio de la nada, de los apuntes que olvidamos tirados en algún lado, de
estar acompañados en todo el camino por la música de un bandoneón…y sabiendo de
donde viene.