Una vez, no
muchas semanas detrás mamá y papá estábamos tan tristes que el cuerpo nos dolía
de no saber cómo explicar, de no tener respuestas y no querer estar donde
estábamos. Los amigos, todos los amigos estaban allí, los viejos, los nuevos y
esos seres que tanto queremos, en la cita estaban las palabras, las caricias y
las miradas, sobre todo abrazos y no mucho mas, los silencios Luna son esenciales
para escuchar, el alma, la vibración.
Mamá estaba tan dolida que dejó su violín a
un lado, en manos de alguna amiga, fue solo hasta que escuchó un acorde de sus
compañeros del Cordal, los mismos que ensayaban mientras vos jugabas por ahí,
entonces la emoción derribo toda la tristeza, tomó el violín y se puso a tocar
con el resto, que al compás de su directora hicieron olvidar todas las caras de
gris…a cambio de otras de emoción. Ya sabías vos que con la música se curan los
dolores, que con la música se baila entre ángeles y que sólo hay que dejarse
llevar. Aún recuerdo cuando en la iglesia de flores, mientras mamá tocaba con
El Cordal, vos danzabas con dos muñecas al compás, iban y venían por el aire
mientras tu abuela te sostenía, los espectadores te miraban a vos, mientras
ellos tocaban y vos danzabas haciendo volar esa imaginación, potenciando aún más
la intensidad de aquella música con tus ojos, gestos y manos.
Los
amigos que miraban a tu mamá miraban una madre intensa, como siempre, una madre
fuerte, como siempre, una madre como todas las que supo ser en estos años, como
nunca todas juntas, llegó hasta el final tan entera que su papá no pudo dejar
de abrazarla sobre el final, aunque él no disponía de mas fuerza ella, como si
fuera poco, habló, le contó a todos algunas cosas de esas canciones y de
algunas cosas más, como su espíritu tan regado por el amor de tu alma, pequeña
y tan gigante. Convocó a recitar sus mantras, los que vos también cantabas y
luego unos globos se dejaron volar, todos te fueron a buscar a vos y el viento
los ayudó.
Ayer, mamá otra vez sacó ese alma que se
multiplica en días que esta vez son diferentes a aquella vez, pero Luna…diferentes
con esos argumentos que todos los días los amigos que te contaba nos dan para
vivir, aquellos abrazos, aquellas miradas y aquellos ojos otra vez estaban,
como todos los días detrás del teléfono, como todos los días en nuestra casa,
como todos los días cuando miramos el cielo, dándonos ese corazón enorme para
mirar más lejos cada noche y mirar ese Ángel que queremos ver, que se cruza en
ese cielo tan enorme como en el jardín tan pequeño que con mamá vos cuidabas
algunas veces regando plantas y mirando el más allá.
Los amigos, todos, se juntaros esta vez, mamá
los convocó con esa energía que seguro vos también tendrás por donde estés, con
la misma que siempre nos sorprendiste…siempre. Mamá de algún lado tomo ese
temple para convocarlos, como cuando escuchó sus compañeros del Cordal. Me vinieron
a dar su regalo de cumpleaños, la visita de cada uno, una sorpresa que no puedo
dejar de agradecer, una sorpresa que no tiene límites en la emoción de un
corazón que ya no sabe que mas deberá resistir este verano, cargado ahora de
ese viento plagado de amor que vinieron a dar. Es que es así como los
barriletes vuelan, te acordás?, con mucho amor, un poco de viento que los
amigos siempre llevan y el deseo que nos abraza, así fue que con todo eso, mates,
vino y mucho mas hicimos del lugar un espacio donde la energía tenía espacio
para volar, para tener algo de esa mirada a vos que nos aúna y nos deja
quererte, soñarte. Querernos.
Gracias amigos, a vos Sandra que cada día me
enamoras más y también a vos Luna por todo esto.
1 comentario:
Amigos:
Estamos acá(que no es tan lejos) y de vez en cuando los leemos. Así, detona la fuerza de ustedes en cada lectura. Como una enseñanza,como una respuesta a aquellas preguntas que no hemos resuelto. Nos colma de orgullo conocerlos. Haber tenido esa mágica oportunidad. Pensamos mucho y les dedicamos momentos a la distancia.
Besos al artista y a esa leona violinista.
Eli, Juan y Ámbar.
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