domingo, 26 de septiembre de 2010

Instantanea de primavera

Casi sin querer, casi esperando lo imprevisible las palabras formaron su propia lectura, el espacio cobró vida de modo tal que no puede quedar dormido aunque el tiempo pase, corto o largo, lento o mas despacio que rápido.
   Hay temporadas donde se suceden los acontecimientos de manera casi incontenible, donde es necesario aferrarse a los paravalancas mas firmes y aun así… es difícil sostenerse.
   Hoy, Luna goza de uno de sus momentos mas lúcidos, su alegría rebasa sus anteriores marcas, su presencia con los juegos y sus juegos con los presentes, el ingreso a su segunda temporada de primavera es disfrutable, marcadamente diferente, alegremente feliz.
   Por eso decía de lo difícil de sostener siempre en las palabras las imágenes de los días, a veces sólo pasa eso, a veces sólo pasa que las cosas son apenas diferentes, otras que mis silencios no son importantes, y otras quizás como esta, que sólo no paramos de mirarte, feliz, abundante, dialogando y abrigando de calor cuanto se queda en tu derredor.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Camino a otros Caminos

   Los días pasan entre conjeturas y nuevas experiencias, Luna crece y recupera lo perdido en la ultima crisis, crisis, símbolo de cambio, Luna los tiene y nos llena de emociones con cada momento, claro.
   Los días se sobreponen, se superponen y con ellos las manos abiertas mirando al cielo, dejando caer el agua que cosquillean las manos, esperando del universo lo que el nos da, lo que le propone, lo que dictamina y también lo que nos regala.
    Escribo y escribo, pensamos y esperamos, sin embargo mas rápido vienen los designios de un nuevo momento, abiertos a la espera, como siempre, templados de vaivenes, el día es corto, el día es repleto, lleno de visiones, acá vamos nuevamente, como cada temporada.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Agua de Lluvia

No encuentro las excusas para que un día de lluvia me sea triste. Por el contrario, son días que quizás por diferentes, por aportar renovación a tanto calor gastado me genera esa escala de grises que visualmente generan calma, tranquilidad. Los sonidos del agua que detienen el aullido constante de todo lo que se mueve y se quiere mover. El sonido de este agua impone su naturaleza y le gana a la furia de la ciudad, de las autopistas y las cambia por su forma, por su música, por una vez, por esta vez, con las gotas transparentes, más verdes, más altas, de la tierra gris y de los siglos más antiguos, igual que hoy.
Alguna vez en la Rusia de los zares, de Nicolás y sus familias llovía igual, quizás con algo de esta misma lluvia, lejos de este mundo en Panamericana y San Martin, en la China de Mao, en Guatemala antes que Cristo naciera, que por cierto los nativos nunca se enteraron, también el agua, con reverencias incluidas llovía algo de todo este mar que madruga desde el cielo los techos de mi casa, los jardines cercados de la ciudad, los espacios infinitos de esta pampa.
Las calles con carruajes de alguna época, embarradas con charcos que sitiaban los espacios cada vez que todo se mojaba, adornando largos vestidos entre gentíos corriendo buscando otros refugios, quizás de madera, quizás de piedra, apenas cuevas, o apenas diferentes… con este mismo agua.
Alguna vez, al borde de un río en México, el río Palenque, miraba el fluir de esa corriente diminuta que bajaba de las montañas Chiapanecas, en medio de la abrumadora y espesa selva, frente a mí las construcciones mas maravillosas que yo haya visto, repletas de magia, brujería, silencio de ese que habla y va derecho al alma, los mayas sabían hacerlo y 1500 años después lo hacen, esas ciudades que inmutables esquivaron el paso avasallante de los saqueadores ajenos, esa agua bajaba de igual modo que miles de años atrás, hablando como antes, hoy me miraba a mí, silencioso a su costado acariciando sus curvas, conectándome con aquellas vidas que inspiraron tanta poesía, en medio de tanta sabiduría, respeto por esta agua que hoy cae derecho en mi casa.
Lo cierto es que en ese río alguien que no conozco, pero que imagino hizo lo mismo que yo, pensó que alguien como yo haría lo mismo mil quinientos años después, y así fue, por ese momento mi conexión no fue por internet, vino con el agua, el agua de ese río que bajaba del verde más alto, y antes de no sé donde, del fondo de la historia de este mundo… no sé, en cuclillas sobre mi río sostuve la mirada de alguien que hacía lo mismo y supe que no hacía falta explicar nada, dije gracias y me fui, miré las construcciones una vez más, como símbolo de todo, del río, de la magia, de sus cielos y nunca más lo olvidé.
Hoy cada vez que llueve se que alguna gota de aquel río vuelve, dejando su sonido, apagando el bullicio cotidiano, por eso amo la lluvia, el gris, su música y tanto más que cae como bendición.

(Quién escribe en aquella oportunidad se quedó con un pequeño frasco de aquel del río Palenque, hoy la conserva sin saber si la muestra no es un robo a la madre naturaleza que no debió haber hecho, a sabiendas hoy que para quedarse con tan mágico suvenir no hace falta nada material, del mismo modo que para hablar con el pasado no hizo falta internet, no lo puede devolver, lo conserva como su tesoro y sabe de su falta, no fue consciente cuando lo confiscó, lo es hoy, y por eso lo promete devolver.)