Tenía la sensación de no poder escribir, los
sucesos de estos últimos tiempos están repletos de metáforas, causalidades y de
misterios sin resolver, otros tantos aprendizajes que se amontonan para su
análisis y charlas que doblegan la capacidad de entendimiento.
Quizás la parte más emblemática, o una de
ellas son las relaciones humanas, relaciones que en estos tiempos…no me refiero
a los de la década que transitamos, sino a los más de 40 que llevamos puestos
todos los que me rodean. Aprendimos muchas cosas, supimos de cambios, de
imprevistos y del dolor, supimos del amor y de la soledad, supimos de bailar y
de entristecer bajo el vacío de un lugar donde no queremos estar, supimos de lo
bello, también de lo áspero, del olvido, de los desengaños, de las
distancias…pero que aprendimos si nuestro mundo es igual que el adolescente?,
me refiero a que los enojos, siempre con un tinte mayor o menor de egoísmo,
producen eso que en otra edad buscaba el amparo y la protección de los seres
queridos cuando nos veíamos derrotados, entones, victimizándonos buscábamos
causar la ternura necesaria para recibir el abrazo que despojaba de aislamiento
lo que era una evidente derrota emocional, incapaz de sobreponerse a diferentes
circunstancias, los enojos son esa parte que busca de nosotros un rincón de
atención, donde poder ser el centro de un escenario donde pasan cosas, que
seguramente no es muy diferente a lo que criticamos, o a lo que somos. Todos
somos parte de un espacio que tiene de una u otra manera los mismos quehaceres,
las mismas necesidades, las mismas desventuras y dolores….ciertamente que
parece que no fuera así, pero nuestras debilidades nos amontonan como la espuma
al final de las olas, a orillas del mar. Sin embargo nos proponemos regularmente
a buscar en algún enemigo algo que lo distancie para justificar nuestros
vacíos, pero somos algo que nos junta por docenas de motivos, por algo leemos
esto, por algo vamos a las reuniones de los amigos que nos convocan y más
aún…si los años hacen de estas comuniones algo más o menos regular…que nos
puede separar tanto como para no comprender que malos días, malas épocas
llevamos todos en nuestro historial?, pasamos los 40 y no somos infalibles a
resistir el más mínimo archivo, vulnerables, aprendidos de la vida, de las
derrotas y de la vida que nos deja en un punto en el que me pregunto hasta
donde vale la pena estar separados como de niños por la trampa jugando a la
mancha, aprendimos algo en todo este tiempo o como le explicaría a Lunita que
su sonrisa ahora no mire a tal o cual persona? Ella seguramente repartiría su
ternura donde fuera, descuidando egoísmos y abriendo los brazos a todo el
mundo, sin importar los secretos maliciosos que nuestros rencores esconden,
ocultan o retienen. Ella reiría descuidadamente olvidando en apenas segundos
los dolores de un pinchazo y sabiendo que aún el más premeditado de los daños
era pasajero, para ir rápido a un mundo de color, juegos y donde no hay muchos más
argumentos para estar vivos que ser lo más felices que se pueda, con lo que
tenemos a mano, con quienes nos rodean, con un mundo que no podríamos criticar
en el caso de ser nosotros los principales divisores de un grupo menor de
personas, imagino que podría decir de un mundo aplastado por los negocios de la
guerra si mis amigos fueran torpes, dañinos, egoístas y no pueden estar juntos,
obviando desprolijidades, torpezas y tantas cosas más. Quizás no sea igual el
antes que el ahora, quizás cambien nuestras maneras de pasar los días, pero
vale la pena buscar excusas para el enojo? Nos quieren dividir desde todos
lados buscando la guerra los más poderosos, buscando vender diarios los de más
abajo, buscando vender televisores más acá, consumiendo distancias con el único
motivo de ser vulnerables, y somos condescendientes con ese juego si no sabemos
anteponer nuestro nivel de tolerancia, amor, comprensión. Y no son solo
palabras.
Aprendí en estos tiempos a mirar a Luna y
sus actitudes, como las de infinidad de niños que luego de un mal momento se
sobreponen sin murallas, sin rencores. Aprendí
a querer imitar esa actitud, no siempre pudiendo, y juro que mis motivos son
tan válidos como los de cualquier humano, pero mi objetivo, mi núcleo pasa por
otro carril como para justificar mi dificultad, por eso sé que sin importar
donde este parado mis sombras y mis luces ya están algo más maduras como para
querer torcer ese rumbo que tiene…y juro que tiene mucho más frutos que el
enojo gratuito, a cambio de la satisfacción de creerme capaz de haber subido un
escalón.