sábado, 27 de septiembre de 2008

Expectativas

Ella sonríe y nosotros patinamos en un mar de placer que se acaricia con las corrientes más cálidas del océano. Pareciera que por fin se estabilizan sus valores químicos, sus células se empapan de aquello que nuestro calor quiere volcar, sus médicos, sus enfermeros, abuelas, tías y amigos le dieron el remedio mas importante, ella lo toma y nunca deja de agradecer con una sonrisa que apenas le alcanza sin desbordar de su propia boca, se cansa de reír, de mirar como cada uno de todos los que la rodeamos trae tanto amor, energía, y de ese remedio que ella sabe la cura como nada. Sus ojos tan atractivos como los de la mamá parecieran agrandarse para poder mirar, atrapar ese alma que cada uno entrega para verla mejorar, sus pestañas son la tela que como antenas, como radares no deja escapara nada de todo eso que necesita para superar todo aquello que duele, y mas vale olvidar. Sus cejas, van y vienen, suben y bajan, están mas que atentas a comunicar lo que no puede aún hablar, pero lo hace mas que bien con la inocencia, pureza que el verde mas intenso lo hace lejos de la ciudad, la profundidad, la intensidad de su mirada, esa conclusión en risa, carcajada como respuesta es la belleza de la que en mi vida quise regalar, que ella la tiene asumiendo su naturalidad con la soltura, desborde de alegría sin importar el lugar, el día, la música o el orden del lugar, ella lo regala siempre, lo tiene sin complicaciones, con la connivencia de los deseos mas logrados que alguna vez en la vida Sandra o yo hayamos querido, soñado.
Suponemos que poco falta para nuestra partida, si este fin de semana nada falla estaríamos cerca, muy cerca de cargar todos los regalitos que las tías y tíos le hicieron para volver a Florida, este fin de semana vino con Javier como mascaron de proa a visitar a Luna, con un primer muñeco que se multiplicó en otros mas con la llegada del resto de la tropa, las Marías Quentin, Andrea y Cecilia, que también trajeron sus recuerdos, sus ánimos y energía que dejó a Luna de cama, como para una noche de descanso.
Si, vino Javier, este amigo que está condenado a serlo por el resto de mi vida, o la suya, y que tiene ese reflejo que lo hace iluminado en una multitud. El valor de cada visita está en ese depósito de oxígeno, en esa inyección de valor, en esa inexplicable fórmula que nunca es igual de un amigo a otro, pero que siempre es necesaria, como si mi propia fórmula estuviera compuesta de esos mismos combustibles, y que para funcionar necesita justo esos mecanismos para hacerlos rodar un rato mas.
Fin de semana en la mañana, un mundo delante.

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