martes, 5 de agosto de 2008

Belleza

Pasarán los años y recordaré cada uno de estos momentos como aquellos tiempos en que las cosas pasaban sin saber como iba yo a continuar. Quizás desde hace unos días me surgió un debate complicado de resolver, de aquellos que dudo tengan una respuesta. Un debate que no tiene votos, no promulgaciones ni vetos, tiene maduraciones y fichas que van cayendo como empapádose de unas a otras épocas, hasta que lográs tener lectura.
Cuando Luna surgía sin conocer su nombre, ni cuando llegaría, éramos dos animales, descontrolados, sin tiempos ni formas, sabíamos de lo que venía, pero no lo sabíamos realmente. Recuerdo “American Beauty”, cuando el tema de la película se regodea con una bolsita de plástico bailando al compás sobre una corriente de aire, quizás éramos así, quizás me poetice de más, pero me gusta verme en el pasado así.
Vino Luna, y los cambios no son los nombres, son las costumbres, la forma de todo, de la bolsita, de la música, el paisaje de fondo… sin embargo hay algo que se ancla en aquella bolsita que se regodea con el piano de aquel tema, en esa sublime película de Sam Méndez. Y ese ancla no es ni mas ni menos que Luna.
Es muy difícil explicar todo esto, sin embargo la puerta de la casa se abre y cierra demasiadas veces como para retener aquello que buscábamos alguna vez, tranquilidad con una hija en casa.
La tranquilidad es un estado mental que fuimos incorporando con las semanas de iniciado este proceso en casa, esta internación se fue componiendo a fuerza de golpes que estaban muy lejos de parecerse a la bendita bolsita, mas bien se parecía a Pulp Fiction en el asalto al bar de Tarantino.
Este espacio del que tengo la satisfacción de tantos mensajes es quizás parte de esa contención que se enfrenta a la vertiginosa y atropellada batalla con los intereses de las obras sociales, sus prepagas y sus amigos del campo (casi lo mismo), lo cierto es que con palabras y algunas otras variantes y corrientes ese látigo visual que significan las imágenes de lo que buscábamos y lo que pasó se desvanece cuando Luna me mira, se mece en los brazos de mamá, sonríe o sólo mi mira y sin que yo me inmute me sonríe igual, destrozando mi política de seriedad.
Como entender entonces las respuestas que parecieran son mas fuertes que las que daría en otras circunstancias.
Es como si el plástico de la película de pronto se detuviera y yo corriendo iría a buscar mi destino, a sabiendas que encontré la respuesta, que ella está dentro de esa corriente que gira con un dibujo que no es animado, y me mira a diario en casa, acompañado, solo con una multitud o en el poco sueño. No importan ni los enfermeros, ni los falsos reportes de los médicos, ni las dudas, ni la poca convicción de tantos profesionales que dudamos saber de donde provienen. Toda la estadística, la duda y las palabras se las come luna cada vez que bosteza, de un bocado, y transforma de inmediato todo lo que no importa en su belleza, en mi amor por ella, en la música de Thomas Newman.

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