Alguna vez, con esta música de fondo delirábamos en trance en épocas de frivolidad, bares, boliches y esquinas que eran irreemplazables, en moto, auto o lo que fuera que lleve espada y capa de héroes como nos sentíamos, noctámbulos y sin escuchar por el volumen exasperado de sensaciones interminables hasta volcar de alguna u otra manera en casa, o donde la miseria nos atrape. Eran épocas donde clichés sobraban, donde frases había para toda la noche, donde a cada movimiento le seguía otro por regla y otro por código, el último era personal. Solo allí se destacaba, si el tiempo y las condiciones lo permitían a desarrollar lo que cada uno realmente sabía hacer, en ese último movimiento. El resto era imitación, o lo que se debía hacer para un caso así.
Así pasábamos los días cercanos al sábado, o el mismo sábado. Para el lunes tenerlo para contar, y hoy para recordar mientras Javier reclama es tema que prometí devolver, si…porque no es mío, es de “la Age…”, o de aquellas épocas.
Él auto navega por libertador deliberado entre tanto hablado, para ser los que fundaron el CAE, para ser los que aún hoy recuerdan la guitarra, melodías de cambios o tuercas espaciales entre ilusiones de fantasía y utopías de Almendra. Nos alejábamos de la primera noche para llegar a esta, mas de las cinco Am, pensando todo lo que fue para ser hoy.
Atrás quedaron aquellas esquinas, vasos de alchool, y mas vasos, motos sin casco, mirar como nos miraban, atrás quedaban las exéntricas cuidadas manías, la superación, atrás quedaban las oraciones sordas de diálogos sin interlocutor, la movida, el viento, las camperas de cuero, las botas, ...que genialidad haberla pasado, que la vida nos de crédito para hoy escucharla pasar.
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