jueves, 13 de agosto de 2009

Córdoba Córdoba.











Y después de tanto pensarlo el auto fue nuestro hogar por unos días. La emoción de viajar, de flamear por la ruta “pensando en nada”, o quizás con todo a la vez. Tango, Luna, tu mamá y yo partimos sin aviones ni aeropuertos, con el auto desmoronado de cosas desparramadas, con el aroma de un perro pasado de semanas sumando tierra, música por doquier, ganas de llegar lejos de acá.
Que emoción es encontrar la columna vertebral cuando ya ni la recordábamos, no salir, no llegar, no esperar, sólo mirar el cielo abierto, las noches luminosas, tocar el aire, mirar los patos, los caballos, y a Luna como abrís el mundo con cada cosa, cada movimiento.
Horas y horas tirado en la tierra, mamá leyendo, vos mirando, los animales dando vueltas y sin nada que hacer, salvo gozar de tu poesía, de la que me regalabas cada vez que me mirabas, de esa que me pregunta y me muestra, pero con los ojos tan abiertos como penetrantes, al fin y al cabo terminará el acto con una sonrisa, sabiendo que todo esto es para disfrutar, seguirás con tu admiración del paisaje hasta que vuelvas a preguntar.

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