jueves, 13 de noviembre de 2008

Quentin

No lo hubiera imaginado, ella en un escenario, picando consigo misma esa pared que ninguno de nosotros hubiera podido, los nervios. El tiempo necesario esperó a un costado, con invitados propios y ajenos que, espectadores todos, mirábamos como ella estaba al frente. Ese escenario tenía un micrófono que agrupaba a todos nosotros impunes, mirando como cantaría, ya no era la fiestita de cumpleaños, ni otra donde el alcohol amnistiaba los errores.
Ella suelta en si no dudó un instante, (eso si era previsible), miró las luces que no revelaba el centenar de personas que la observaba y con algo de temblor tomó el micrófono, quiso decir algo y toda su eternidad se puso delante, era un duro golpe o caería en toda su historia de intentos. De este lado del micrófono queríamos que sólo fuera ella, que sólo pudiera encontrarse con lo que siempre fue, con sus actos de pasión con el cantar que a nosotros siempre (aunque no pruebe con el dance), nos hace seguir, acompañar, reír, admirar…, que sólo fuera ella ese comodín de tiempo que unos amigos y muchos mas tendrían oportunidad de admirar también.
Mas allá de ese movimiento en cámara lenta, entre los últimos sorbos de espera Luna se sentó en una mesa, abrió sus ojos cuando reconoció a la tía Quentin a punto de hacer algo que en esta corta vida no conocía, veía como ella estaba por hacer algo y nos miraba al resto como expectantes esperábamos ese momento.
Luna, derechita en su mesa, no la dejaba de mirar, y con mas que eso escucho como Quentin comenzó a cantar una de las tantas bellezas que Tarantino seleccionó para sus admirables creaciones, todos queríamos gritar lo que sentíamos, ese impulso que resonaba en nuestra mente animándola a tener la fuerza para que comenzara el show que ella es. Su voz comenzó a sonar, la mano no dejaba de temblar, quizás la voz también y los murmullos de este lado del escenario no se dejaban llevar, apenas un segundo después su cuerpo se movió al fin desamoldando esa cuesta arriba que significa comenzar, y comenzó. A su mirada latente le siguió su voz, a la voz el movimiento de su cuerpo, y al movimiento por fin le acompañó ese gesticular tan personal que la hace mas una canción de Quentin que una canción ajena.
Respiramos todos porque sabíamos que ahora era cuestión de que el dueño del bar le dijera que cerrábamos, porque ella desprendida ya era como un animal libre en medio de un libre lugar, gesticulando, bailando, articulando, actuando, arengando a los que ya sabíamos que nadie la detendría, y casi así fué, pero nosotros tuvimos nuestro deleite con ella cantando, Luna en todo momento la miraba y comenzó a gritar sin controlar su deleite entre la música, los aplausos y tanta algarabía. Quería mirar, bailar, estar mas presente aún y si alguna grabación existe Luna hizo mas de un coro en las tres canciones que nos regaló Quentin. Su hermano acompañó con la guitarra uno de los temas elegidos y al finalizar todos pidieron mas, ella obvio estaba dispuesta a cientos mas, conociendo su impulso, ya desprendida de los moldes, nervios y presión ella era capaz de sacudir Palermo Hollywood hasta el amanecer, claro que no la dejaron y todos estábamos mas que conformes, ella sabe que según quien escribe “todo tiempo pasado remixado es mejor” pero esta vez así estuvo bien con rock, con quentinrock, que no es lo mismo, y eso es lo que desbordó de placer. Gracias Quentin por ese regalo, por la invitación. Luna ahora sabe lo que es música en vivo, que tampoco es lo mismo, lo que es ver a Quentin cantando, que tampoco es lo mismo que alguien cantando, y seguramente recordará tu voz sonando, tus gestos desbordando, y aunque no me gustó el estribillo final casi me das la razón, remixado…. es mejor? Esta vez no, digo yo, pero sin duda venciste mucho mas que miedos, nervios y miradas, fuiste la que todos fuimos a ver, y que a todos nos superó.

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