martes, 2 de julio de 2013

Sobre ángeles, casualidades, dioses y milagros. (4)

   El universo es el mismo siempre, cambia en espacios de tiempo imperceptibles para nuestro corto tránsito en él, quién nos elegiría para hacerle una jugada a favor, entre tanto desparramo humano, desorden intencional…? En fin, si el universo es siempre el mismo y no estamos atentos la vida nos pasa de costado, nos huye o… mejor dicho, nos la perdemos mirando el vacío…porque el cielo también se va. Ese universo siempre nos da algo de lo que más vale sepamos tomar su envión, su ayuda, entonces quizás nos comencemos a preguntar de donde salió la barita mágica, o el dios que nos protegió, o el ángel que nos está guiando…o la casualidad y tantas preguntas más.
   Alguna vez entre tantos momentos de aquellos en los que no estaba bien, en relación de dependencia de un mal hombre, lejano a cualquier cosa bella que la vida podía dar, comprendía que mi lucha estaba en franca derrota, desde mi percepción ya cansada de tanto ir y venir peleando por un vacío institucional, y que no por casualidad era en aquella época donde el país solo era para los que podían aprovecharse de los que no tenían nada…o cada vez tenían menos, menemismo le decimos en mi barrio.
  Decía que en aquellos momentos tenía mis días contados en ese trabajo, un local a la calle, en pleno Palermo, yo atendía, me hacía cargo de algunas cosas en las mejores épocas, mas luego de nada, ya que la intención era que me valla…aunque de tanto molestarme y de hacerme la vida casi imposible. Obviamente si hay alguien terco seguramente le doy dura batalla, y por eso no me iba, ni me echaban. Pero un error, cualquier error sería fatal y me podrían borrar de un plumazo sin que pueda patalear. Sábado por la mañana,  abría yo sólo, también  cerraba.  En el medio de todo eso aparecían los dueños, los encargados y burócratas varios, atendía a los clientes y a media mañana aparecía el resto del personal. Quién pensaría que ocho y media de la mañana levantaría la persiana olvidando destrabar los candados del piso, de ese modo rompí la cortina del local, todos los fierros inferiores destrozados, retorcidos en una maraña igual a mi dolor,  por lo que tampoco podríamos cerrar y con un finde por delante, candados, persiana completa en todo el barral inferior…en fin, mi final.
   Pero como decía, entre ese vértigo pasan cosas y la desatención podía producir mi ocaso, el universo seguía su curso entre mi angustia, mi cabeza pensando que diría…o como lo diría, armando hipótesis de como poder zafar de tanto descalabro entre los hierros retorcidos de un local que la jugaba de cheto en medio de la grasitud reinante. Lo cierto es que tantas angustias produjeron muchas desatenciones, muchos infortunios a lo largo de esos meses, pero supongo que un alo de luz me quedaba para mantenerme en pie, para soportar hasta el último respiro ese ajedrez donde yo era un empleado que con tanta antigüedad produciría más gastos que otra cosa como para echarme, mejor era esperar a que yo rompiera una persiana por ejemplo, o me quiera ir…casi que a esa altura de la mañana ya lo quería hacer. Pero…ese  ocaso no  apareció, por el contrario, a los diez minutos el que si apareció fue un trabajador de la herrería, con soldador y todo, con el carrito detrás preguntando
 –Hey Jefe!! Necesita algún trabajito que le pueda ayudar?-
    Es real??? Puede pasar???  Si, era él, vestido de dios, con una barita que se llama ángel divino y en minutos salvó mi día, dejándolo intacto, mi cara de alegría, de incredulidad, de fortuna y así fue que  nadie nunca se enteró, en unos pocos minutos miró el panorama, sencillo para un dios, cuatro puntadas de soldadura claves en los lugares estratégicos y nada para siquiera recordar, (salvo que ahora 10 años después ese nada lea este blog), y mi día pasó de la amargura explicita (yo) a el más bello día (…algo parecido a mi). Luego de eso todo siguió su curso, nadie supo nada, nadie percibió olor a soldadura, y todo siguió su mediocre desarrollo de aquellos días.

 

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